Carlos Rodriguez, Opinión

La carne de vacuno en el punto de mira

La carne de vacuno y el sector en general, jamás ha estado tanto en cuestión y, a la vez, con menos motivos. Nunca ha estado tan profesionalizado como ahora, independientemente del área en la que nos fijemos: base genética, alimentación animal, manejo, sanidad, mejora en el manejo de residuos, bienestar animal, sacrificio y faenado y, por supuesto, la comercialización.

Pese a esta evolución en todas las áreas relacionas con el sector de vacuno de carne, se presentan tres enemigos fundamentales: ignorancia, sensacionalismo y superficialidad. Aspectos que muchas veces nos invaden como sociedad. Donde muchas veces queremos explicar - en 30 segundos o en un tweet - situaciones que, en realidad, son mucho más complejas de entender.

Liderar la batalla: un reto del sector

Aunque podemos hablar de las múltiples amenazas del sector de la carne de vacuno, hay una batalla que no se debería perder, sino todo lo contrario, liderar.

¿Cuál es esta batalla? Nada más y nada menos que la superioridad moral de aquellos que, no consumiendo carne – hecho, por otra parte, completamente respetable - quieren estar en un plano de continuo juicio de valor sobre los que nos comportamos, nada más y nada menos, como aquellos que nos han precedido durante milenios. Es decir, sobre aquellos que comemos carne pero, con un pequeño detalle diferenciador: a partir de animales completamente controlados como es el caso del vacuno de cebo.

Desgraciadamente, se empieza por no estar de acuerdo y se termina por atacar carnicerías. O lo que es más grave, por atacar a carniceros como ocurre en nuestro país vecino. Y no nos olvidemos del refranero popular: cuando las barbas de tu vecino veas cortar…

¿Por qué ha disminuido el consumo de carne de vacuno?

Hay muchos aspectos que influyen en el descenso de la carne de vacuno en España y, en general, en los países de nuestro entorno. Pero hay uno que podemos establecer como un punto de inflexión ya que, el resto - aspectos sobre la salud humana, medioambientales o económicos – son discutibles y/o coyunturales. No me refiero tanto a la moda o a una tendencia concreta de ser más cool si no se come carne, que puede ser coyuntural, sino al establecimiento de un statu quo en el que se es mejor persona si no se consume este tipo de alimento.

Este aspecto al que me refiero es la incoherencia de aquellos que realmente influyen sobre el comportamiento de millones de personas, que cada día es más importante. Y es que día a día vemos cómo actores o cantantes de éxito a nivel mundial, se vanaglorian continuamente de no comer carne para salvar el planea y lo van pregonando sin que nadie les pregunte. Al mismo tiempo, nos olvidamos del pequeño detalle del impacto que sus innumerables viajes en avión al largo del mundo y, en general de su estilo de vida, que es infinitamente más demoledor para esta causa de salvar el planeta que comerse un filete.

Y ahora, ¿qué?

El problema se produce cuando la discusión pasa del plano racional al emocional. Es cierto que el sector del vacuno de cebo tiene grandes retos por delante. Retos que deberá abordar en los próximos años, estando muy cerca de lo que se dice y de lo que el consumidor demanda.

Especialmente desde la crisis de las vacas locas, el sector ha evolucionado de forma importante en áreas como la trazabilidad, la seguridad alimentaria o el bienestar animal pero ahora el reto es otro.

La huella medioambiental y la lucha por que las siguientes generaciones no vean como un bárbaro a alguien que se coma un entrecot, van a ser asuntos muy presentes en nuestro día a día como profesionales de este sector. Quizás haya que explicar, por ejemplo, que las innumerables razas de ganado que pueblan nuestros ecosistemas no lo están por azar; que hay un equilibrio mucho más complejo de lo que puede parecer a simple vista; y que para alimentar la demanda actual, es necesario un cebo controlado que, por otro lado, aporta unas características organolépticas difíciles de conseguir de otro modo.

Al final llegamos siempre al mismo punto: la formación del consumidor, que no solo demanda la carne de vacuno, si no que tiene derecho de hacerlo. Y, en esto, tampoco podemos mirar a otro lado.